Page 40 - Necesidad del tribunal marítimo y fluvial en Colombia - GAC
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partiendo de ellas un navegante marcaba la ruta estimada a seguir. Utilizando la brújula y
sobre todo el cuadrante, debía encontrar la latitud adecuada y mantenerse en ella. Cuando
recorría costas nuevas, tomaba la latitud en tierra y la reflejaba en el mapa para que en
lo sucesivo otros pudieran estimar su ruta con exactitud. Un buen piloto, mezcla de
experiencia y sentido de la orientación, era capaz de estimar su rumbo con una precisión
sorprendente. No solía equivocarse más de un cinco por ciento en travesías largas, salvo
que sufriera alguna tormenta y se despistara.
Todo piloto que se lanzara a expediciones mar adentro, solía ocuparse de que no faltaran
en su barco algunos instrumentos como la brújula marina, consistente en una aguja
magnética depositada en una pequeña caja que flotaba sobre el agua y volvía siempre
su punta hacia el norte. También solía utilizar el cuadrante común, para obtener la latitud.
Menos frecuente era el uso del astrolabio y la ballestilla, también para la latitud. Tablas
y almanaques, la sonda y la ampolleta o reloj de arena tampoco faltaban. Con esto y un
sentido especial de la orientación, estos hombres surcaron los mares con bastante
seguridad y éxito.
A principios del siglo XV, don Enrique el Navegante[81]hijo tercero del rey don Juan I de
Portugal y gran maestre de la Orden de Cristo[82]una mezcla de místico y aventurero,
hizo del océano su feudo y proyectó llegar a la India (Asia) siguiendo la ruta africana, es
decir, circunvalando África, que se suponía abierta al sur. Dicen que para más tarde
quedaría la exploración del océano Atlántico por el Oeste (la ruta que siguió Colón). Lo
imaginó como una empresa exclusivamente lusitana y no regateó ni esfuerzos
ni dinero para conseguirlo.
Los archipiélagos de Canarias, Madeira y Azores, conocidos desde la antigüedad y
redescubiertos a mediados del siglo XIV (1341-1342) fueron conquistados y colonizados
definitivamente entre 1420 y 1450. El infante don Enrique pretendió el control exclusivo
sobre estos archipiélagos.
En 1441 los portugueses llegaban a cabo Blanco y aparecían las primeras carabelas; dos
años después, levantaban una factoría comercial en Arguim[83]y en 1444 recorrieron la
desembocadura del río Senegal o río del Oro. Guinea, tal como la entendían los
portugueses, empezaba aquí. A la factoría de Arguim llegaba el oro en polvo del Sudán,
mientras en la costa del Senegal empezaron a capturarse los primeros esclavos negros.
Poco después, se descubrió Cabo Verde (1445), río Gambia (1446) y probablemente,
hacia 1460, Pedro de Sintra recorrió la actual costa de Sierra Leona.
En 1474 el entonces príncipe y más tarde rey Juan II de Portugal quedó encargado de
los asuntos del mar. Tras hacer suyas las ideas de su tío Enrique, impulsó los
descubrimientos bajo un estricto monopolio estatal. Construyó en 1482 la fortaleza de
San Jorge de la Mina, en plena Costa de Oro, hacia donde fue desviado casi todo el
comercio de la región. Todas las riquezas halladas costearían las navegaciones
portuguesas.
El Descubrimiento de América, empresa que supuso el mayor ensanchamiento de las
fronteras oceánicas de Europa, la aventura descubridora más importante en la historia
de la humanidad, cuya figura más distinguida y esencial fue la de Cristóbal Colón, y que
sobre todo destacó por hacer posible lo que recientemente se ha dado en llamar el
encuentro de dos mundos. Atravesar el océano siguiendo la ruta del poniente estaba a él
reservada, que por esas fechas trataba de convencer a los Reyes Católicos de que
su plan era factible. Muchos puertos andaluces y portugueses, después de la larga
experiencia oceánica, estaban preparados, no es exagerado decir que los mejor
preparados de toda Europa, para hacer la travesía atlántica más gloriosa y trascendental
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